
LuisD531
Curioso
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El transporte público me ha dado el 90% de las anécdotas de mi vida, desde un chofer contándome de la vez que se trató de suicidar lazándose por un puente — mientras pasábamos por un puente— hasta uno que otro borracho ocasional.
Esta es otra de esas historias…
Era el segundo carro que abordaba ese día, cuando me topé con un personaje muy particular… Un tipo corpulento; con barba de candado; cola de caballo y cuyo uniforme de trabajo era: Una franela sin mangas, shorts que no llegaban a la rodilla y unas crocs. No era otro, sino el conductor que me llevaría hasta mi destino.
En el instante que tomé el lugar del copiloto, me di cuenta de que en la radio estaba sonando una de mis orquestas de salsa favoritas: Los Adolescentes. Este gusto era compartido por mi compañero de travesía… ¡El tipo estaba en éxtasis!, el volante se convirtió en sus timbales y dejar de mover la cabeza al compás de la música era lo mismo que morir. Yo me encontraba en la misma situación. Físicamente estábamos en un carro, pero mentalmente estábamos en una vereda tomando ron.
Tristemente, el hechizo se rompió por culpa de un hedor que solo puedo describir como: Humedad, mezclada con olor a cerámica después de pasarle un trapeador bañado en agua estancada. Aun cuando me encontraba con la ventana abierta a todo dar, nada aplacaba aquella fragancia maldita.
Traté de enfocarme en otra cosa y me dispuse a pagar mi pasaje. El chofer no me dio el cambio de inmediato y asumí que no tenía por estar empezando el día y ser el único pasajero. Para mi horror, veo como el sujeto despega un poco las nalgas del asiento y saca un fajo de billetes después de unos segundos de tantear la zona con su mano. Y por si se lo preguntan… Sí, el cambio estaba húmedo.
Ahora en mi bolsillo había par de billetes humectados con sudor de testículos, no obstante, aquel olor seguía siendo lo peor. Además, se sumaba el mal aliento del conductor que se hizo presente en el instante que empezó a cantar. Me bajé de aquel vehículo completamente derrotado, con mi optimismo drenado por aquel olor a mierda, pero con una anécdota más para contar.
Si ustedes tienen sus propias historias de transporte público, ¡quiero leerlas! Siéntase libres de compartirlas en las respuestas.
Por cierto, si te gustó mi anécdota, también estoy ofreciendo mis servicios como redactor. Te ayudo a posicionar tus artículos, terminar con tu pareja por texto o lo que sea que amerite escribir algo.
¡Gracias por leer!
Esta es otra de esas historias…
Era el segundo carro que abordaba ese día, cuando me topé con un personaje muy particular… Un tipo corpulento; con barba de candado; cola de caballo y cuyo uniforme de trabajo era: Una franela sin mangas, shorts que no llegaban a la rodilla y unas crocs. No era otro, sino el conductor que me llevaría hasta mi destino.
En el instante que tomé el lugar del copiloto, me di cuenta de que en la radio estaba sonando una de mis orquestas de salsa favoritas: Los Adolescentes. Este gusto era compartido por mi compañero de travesía… ¡El tipo estaba en éxtasis!, el volante se convirtió en sus timbales y dejar de mover la cabeza al compás de la música era lo mismo que morir. Yo me encontraba en la misma situación. Físicamente estábamos en un carro, pero mentalmente estábamos en una vereda tomando ron.
Tristemente, el hechizo se rompió por culpa de un hedor que solo puedo describir como: Humedad, mezclada con olor a cerámica después de pasarle un trapeador bañado en agua estancada. Aun cuando me encontraba con la ventana abierta a todo dar, nada aplacaba aquella fragancia maldita.
Traté de enfocarme en otra cosa y me dispuse a pagar mi pasaje. El chofer no me dio el cambio de inmediato y asumí que no tenía por estar empezando el día y ser el único pasajero. Para mi horror, veo como el sujeto despega un poco las nalgas del asiento y saca un fajo de billetes después de unos segundos de tantear la zona con su mano. Y por si se lo preguntan… Sí, el cambio estaba húmedo.
Ahora en mi bolsillo había par de billetes humectados con sudor de testículos, no obstante, aquel olor seguía siendo lo peor. Además, se sumaba el mal aliento del conductor que se hizo presente en el instante que empezó a cantar. Me bajé de aquel vehículo completamente derrotado, con mi optimismo drenado por aquel olor a mierda, pero con una anécdota más para contar.
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