Crítica Desahogando mis penas a través de mi primer libro

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Estoy escribiendo un libro, ¿Motivación? Desahogar todas las penas y los sentimientos camuflados en mi alma, llenos de hipocresía social, al no poder manifestarlos con relativa facilidad a otros seres humanos, por temor a lastimarlos o humillaros al reconocer en mi sus propios defectos, dañinos y nocivos dentro de mi ser. Bueno, debo confesar que también me interesa la parte monetaria, ¿Alguien podría ayudarme?

Me encuentro en el 4to capitulo, 36mil palabras, aun no desenmascaro el problema en la historia, pero creo cometí un error grave, permití que un amigo leyera los dos primeros capítulos, tan segura me sentía de la historia… a él le encanto. Acto seguido deje que mi hermano menor también lo leyera… pero a él si no le gusto… ahora estoy atorada creativamente, mi cabeza fue nublada de temores y dudas, caprichos de redacción y composición.

Comparto un fragmento en búsqueda de aquellos que puedan opinar.

Titulo; Epístolas a mi Rey ausente.

“Capítulo I

La concordia del guerrero.

En un inmenso reino, provisto de paisajes, grandes praderas, vistosas montañas y extensas costas playeras llenas de desafiantes riscos, en estos están unas cuevas peligrosas donde piensan, más de uno, habitan los más feroces dragones con doble cola, de esos dragones que escupen fuego rosado solo por respirar, su imponentes tamaños, sus cuerpos llenos de escamas gruesas y largas patas que finalizan en imponentes pesuñas, llenan de temor a quien de sus encuentros relatan y contagian a todos los que sobre ellos escuchan.

Nubes blancas gruesas y abultadas en un cielo azul, acostado en la dorada y suave arena de una playa paradisiaca el guerrero de esta historia de nombre Salvador sin despojarse aun de su pesada armadura, ya no tan brillante y reluciente, disfruta escuchando el agua del mar rompiendo con sus olas en la orilla, su mente saborea sus pensamientos y estos se llenan de paz, está cansado, agitado tal vez de tantas batallas, tras cada respiración, recuerda con melancolía que ya en su batallón son muchos los que se encuentran de baja, algunos perdieron la vida en distintos campos de batalla, otros tantos solo se fueron simplemente y sin dar razones entregaron sus espadas y jamás volvieron.

Saca de su deteriorado bolso mágico, que usa a la altura de su cintura, lleno de broches, bolsillos y compartimientos, deteriorado pero aun funcional herencia heroica de su padre, un papel viejo y arrugado, busca con esfuerzo donde apoyarse, junto con el papel, un tintero ya sin mucha tinta donde mojar su desgastada pluma. Con la pluma entre sus dedos, y la mirada fija al mar se cuestiona ¿por dónde comenzar? ¿Cómo pedir concejos a alguien que no contesta? ¿Dónde puede iniciar su carta, ese su relato?

Suspiró Salvador de manera profunda, llenando sus pulmones de aire, ese aire cargado de salitre, sal de la cercanía de la playa y la profundidad del mar, en su mirada se ve la insondable tristeza y melancolía que perturba su alma.

Se coloca el papel entre sus piernas, sobre su armadura, inclina su cuerpo aprieta sus ojos en un intento de detener sus lágrimas y sumerge la pluma en el tintero, mientras su mente divaga por donde comenzar a escribir, casi se escucha como un susurro el roce de su vieja pluma sobre el añejo papel, con corta diferencia se puede oír el lamento de sus líneas, letras y palabras que suplican por atención y ánimos, Salvador el guerrero, se conformaría con una simple señal de vida.” …
 

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