Cualquier filósofo moderno te conducirá inexorablemente hasta Aristóteles. Aristóteles te llevará hasta Platón y Platón hasta Pitágoras. Es ahí donde empezó todo y es ahí por donde deberías empezar a buscar tú.
Sin ánimo de desmerecer en absoluto a mi queridísima Ayn Rand, cualquier filósofo moderno no hace sino repetir, con ornamentos y florituras, lo que ya otros dijeron antes que ellos. Aditamentos éstos que en ocasiones complementan lo ya dicho pero, otras muchas, simplemente lo corrompen.
Los griegos fueron fascinantes, por desgracia leerlos en español es como mezclar el buen vino con Coca-Cola. Ética Nicomáquéa por ejemplo, es un excelso libro, el súmmum del conocimiento humano, pero hay una gran diferencia entre leer la traducción de Simón Abril a leer la de Patricio de Azcárate y, ambas, dentro de ser buenas traducciones, no son sino una sombra mal dibujada de la obra original. Y es que resulta imposible traducir a un genio si no se es un genio de talla comparable. Por eso un buen prólogo es el peor enemigo de cualquier gran libro.
Si te interesa la filosofía probablemente la mejor inversión que podrías hacer sería aprender algo de griego clásico, como hizo Descartes. Si algún día llegas a hacerlo comprobarás cómo Pitágoras supo explicar en tan sólo 70 líneas lo que nadie ha podido mejorar en más de veinte siglos.