Te cuento una anécdota sobre las flores y saca tus propias conclusiones:
En el primer aniversario de nuestro noviazgo, regalé una flor a mi novia (hoy esposa) y esto la llenó de alegría. Lo leí en su mirada, sonrisa y gestos. Era una sola rosa, sencilla y humilde. Me satisfizo su emoción y me enamoró su posterior muestra de ternura.
Al término de cuatro años, en el primer aniversario de nuestra boda, le envié flores al trabajo. No las llevé personalmente sino que las envié con el domicilio de la floristería. Iba un ramo de flores selectas con tarjeta de dedicación incluida y un mensaje personalizado en la tarjeta. Ya tenía un trabajo estable y un sueldo de seis dígitos, de manera que no escatimé en comprar lo mejor que ofrecían en el local.
Mi esposa estuvo feliz y así me lo hizo saber en esa fecha especial. Sin embargo, me pidió que no le enviara más flores costosas al trabajo pues se sintió avergonzada frente a sus compañeras.
- No entiendo, aduje.
- Me gustan las flores, señaló. Y concluyó: Entre más sencillo el ramo, más veo en él al chico que me enamoró.