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Reproduzco una nota del boletín de Tecnología de El País: (es largo pero interesante como caso de estudio) (sigo echando de menos una sección de Marketing Digital para poner estas cosas)
Iñigo Quintero es un desconocido cantante coruñés de 22 años que es autor de la canción más escuchada hoy en el mundo. Escribí sobre su increíble y misterioso éxito la semana pasada, cuando “solo” era top 4 y era el artista 400 más escuchado del mundo. Una semana después es top 1, compitiendo con un disco de Bad Bunny recién publicado, y el artista 249 del mundo con 22 millones de oyentes mensuales. Está por encima ya por ejemplo de Luis Fonsi, autor de Despacito, uno de los últimos grandes hits globales.
No sé si la canción es mejor o peor. He oído de todo, aunque algo tendrá. También que hay un cambio de ciclo del reguetón al pop. Pero el tema que me interesa aquí es la tecnología, la viralidad. ¿Por qué y cómo ha ocurrido?
Ya conté un montón de detalles. Aquí tengo alguno más que no publiqué entonces. La tentación cínica con un éxito tan inesperado y surgido de la nada es creer que hay una mano negra detrás que mueve los hilos de nuestros gustos.
Es más probable, como suele pasar en casos extraordinarios, que no pase solo UNA COSA. Sino varias a la vez. Cada cual puede decidir lo que sea, pero aquí cuento algunos hechos básicos.
Quintero publicó Si no estás en Spotify en septiembre de 2022. Era su primera canción en la plataforma. En febrero, publicó otra. Ninguna de las dos se hizo viral al nivel en el que estamos hoy, que empezó en septiembre. Y ha pasado un año hasta ahora. Es fácil por tanto defender que ocurrió algo “raro” entre entonces y ahora, cuando ha explotado. Sí, es cierto, Quintero fichó por un sello digital que se dedica a promocionar la música emergente, Acqustic.
Acqustic hizo su trabajo: colocar mejor la canción en todas las plataformas y tratar de promoverla, como si fuera una web que quiere estar más arriba en Google.
Uno de los métodos básicos que usó fue el playlisting. Hace tiempo que veo en TikTok que los influencers que recomiendan música con cientos de miles de seguidores insisten en llevarte a sus listas de Spotify. Yo pensaba: ¿por qué quieren que vayamos allí si no hay publicidad ni nadie les paga? Pero sí les pueden pagar y eso es en parte el playlisting: colocar una canción nueva en una lista de reproducción que tiene algunos cientos o miles de seguidores y (a veces) cobrar. No todos cobran, claro, porque además es publicidad encubierta. Pero es un modelo de negocio evidente que no conocía. Con más de 50.000 canciones nuevas en Spotify cada día, destacar es importante.
Ese esfuerzo de Acqustic es básico. Pero hay otro detalle clave en el origen de la viralidad. Cuando Acqustic ficha a Quintero en marzo tenía unos 30.000 oyentes mensuales en Spotify. Es bastante para un músico desconocido con dos canciones. ¿Quién le estaba escuchando? La respuesta más probable está en la religión.
El 9 de febrero el canal de YouTube “10 minutos con Jesús” publicó un vídeo titulado “Si no estás”. Así empieza: “Señor mío y Dios mío creo firmemente que estás aquí que me ves que me oyes”, y unos 20 segundos después añade: “Escucha el comienzo de esta canción”. Y suena Si no estás, de Iñigo Quintero.
En ese vídeo-oración explican que “quiero verte, verte, verte”, el último verso de la canción de Quintero, coincide con un salmo de Teresa de Calcuta. Tres semanas después, el 1 de marzo, el programa y podcast de Radio María El hombre de hoy y Dios habló de una canción que “hemos descubierto de un jovencito que se llama Iñigo Quintero”. Una de las presentadoras añadió: “Se ha usado en algunas meditaciones”. Dejaron abierto que el sentido real fuera el amor humano: “Cada uno lo que le inspire”, dijo el sacerdote que presenta el programa.
Pero la religión es el sentido más probable. La carrera de Iñigo Quintero había estado vinculada a otras canciones religiosas y del Opus Dei. En diciembre de 2022 colaboró en el villancico Déjamelo 10 minutos conmigo con voz y piano. Esa canción era de Luispo, un sacerdote músico. Quintero había colaborado ya con Luispo en un homenaje a otro sacerdote.
Esa vitalidad cristiana pudo darle el empujón de salida a Si no estás. Quintero no empezaba de cero. Había gente escuchándola. La teoría detrás de la viralidad dice que es posible empezar desde muy abajo, pero para que estalle necesita una pequeña red con muchas conexiones. La religión pudo jugar su papel.
Luego vino el sello digital con su playlisting y otras promociones. Y siguió creciendo. En junio, el cantante Javi Chapela, que sacó una colaboración con Quintero, dijo esto: “Es un tío de A Coruña que subió una canción y lo está petando”. Si en junio “lo estaba petando”, ¿qué pasa ahora?
Entre aquella mejor distribución y hoy, hubo un boom de TikTok en medio. Para que eso ocurra a este nivel, pasan muchas cosas. Es evidente que hubo un rol humano, pero la tracción de la canción es también real. La diferencia con otras épocas es que antes había que esperar que la radio emitiera de nuevo la canción o comprarla. Pero ahora los éxitos son más democráticos porque los oyentes votan continuamente con sus escuchas.
El caso de Quintero es un ejemplo más de que la viralidad no es magia, pero tampoco es posible fabricarla. Los indicios de viralidad son cruciales. Cuando eso ocurre, la gente que está detrás de los artistas empieza a mover todos los cables. El objetivo, como siempre, es llevarla lo más arriba posible. Nadie soñó sin embargo que llegaría tan, tan arriba.
Estos cables que se empezaron a mover y que presuntamente son oscuros son algo normal en el sector: se llaman “pitch” o propuesta. Un pitch es una mezcla de datos y motivos por los que una plataforma debe priorizar esa canción y ponerla en más playlists, en recomendados, que el algoritmo la enseñe más a más usuarios. ¿Se hace esto por alguna razón oscura? El motivo más claro es el más sencillo: cada vez la escucha más gente.
Una plataforma quiere interacciones. Si esa canción provoca picos de escuchas en Spotify o de creación de vídeos en TikTok, ¿por qué no se va a promover humana y algorítmicamente? El papel humano es evidente por ejemplo cuando se ve que en España crece, hay que empezar a hablar con los equipos de las plataformas en América Latina y el resto de Europa y Asia. O cuando se ve que es un hit en Spotify, hay que ir corriendo a hablar con la gente de Apple Music, Amazon Music, Deezer o Tidal. Con los datos detrás, todos corren a enseñar más la canción porque genera más audiencia.
Luego hay problemas concretos. La canción no tiene un videoclip, con lo que en YouTube no llegó con fuerza al principio. En Apple Music está en el 100 global porque tiene una implantación menor en España y llegó tarde. Es probable que haya más explicaciones de lo que parece.
¿Qué plataforma va a limitar el crecimiento de una canción que hay gente escuchándola en bucle 100 veces? Si el origen es más o menos cristiano, a quién le importa ya.
Iñigo Quintero es un desconocido cantante coruñés de 22 años que es autor de la canción más escuchada hoy en el mundo. Escribí sobre su increíble y misterioso éxito la semana pasada, cuando “solo” era top 4 y era el artista 400 más escuchado del mundo. Una semana después es top 1, compitiendo con un disco de Bad Bunny recién publicado, y el artista 249 del mundo con 22 millones de oyentes mensuales. Está por encima ya por ejemplo de Luis Fonsi, autor de Despacito, uno de los últimos grandes hits globales.
No sé si la canción es mejor o peor. He oído de todo, aunque algo tendrá. También que hay un cambio de ciclo del reguetón al pop. Pero el tema que me interesa aquí es la tecnología, la viralidad. ¿Por qué y cómo ha ocurrido?
Ya conté un montón de detalles. Aquí tengo alguno más que no publiqué entonces. La tentación cínica con un éxito tan inesperado y surgido de la nada es creer que hay una mano negra detrás que mueve los hilos de nuestros gustos.
Es más probable, como suele pasar en casos extraordinarios, que no pase solo UNA COSA. Sino varias a la vez. Cada cual puede decidir lo que sea, pero aquí cuento algunos hechos básicos.
Quintero publicó Si no estás en Spotify en septiembre de 2022. Era su primera canción en la plataforma. En febrero, publicó otra. Ninguna de las dos se hizo viral al nivel en el que estamos hoy, que empezó en septiembre. Y ha pasado un año hasta ahora. Es fácil por tanto defender que ocurrió algo “raro” entre entonces y ahora, cuando ha explotado. Sí, es cierto, Quintero fichó por un sello digital que se dedica a promocionar la música emergente, Acqustic.
Acqustic hizo su trabajo: colocar mejor la canción en todas las plataformas y tratar de promoverla, como si fuera una web que quiere estar más arriba en Google.
Uno de los métodos básicos que usó fue el playlisting. Hace tiempo que veo en TikTok que los influencers que recomiendan música con cientos de miles de seguidores insisten en llevarte a sus listas de Spotify. Yo pensaba: ¿por qué quieren que vayamos allí si no hay publicidad ni nadie les paga? Pero sí les pueden pagar y eso es en parte el playlisting: colocar una canción nueva en una lista de reproducción que tiene algunos cientos o miles de seguidores y (a veces) cobrar. No todos cobran, claro, porque además es publicidad encubierta. Pero es un modelo de negocio evidente que no conocía. Con más de 50.000 canciones nuevas en Spotify cada día, destacar es importante.
Ese esfuerzo de Acqustic es básico. Pero hay otro detalle clave en el origen de la viralidad. Cuando Acqustic ficha a Quintero en marzo tenía unos 30.000 oyentes mensuales en Spotify. Es bastante para un músico desconocido con dos canciones. ¿Quién le estaba escuchando? La respuesta más probable está en la religión.
El 9 de febrero el canal de YouTube “10 minutos con Jesús” publicó un vídeo titulado “Si no estás”. Así empieza: “Señor mío y Dios mío creo firmemente que estás aquí que me ves que me oyes”, y unos 20 segundos después añade: “Escucha el comienzo de esta canción”. Y suena Si no estás, de Iñigo Quintero.
En ese vídeo-oración explican que “quiero verte, verte, verte”, el último verso de la canción de Quintero, coincide con un salmo de Teresa de Calcuta. Tres semanas después, el 1 de marzo, el programa y podcast de Radio María El hombre de hoy y Dios habló de una canción que “hemos descubierto de un jovencito que se llama Iñigo Quintero”. Una de las presentadoras añadió: “Se ha usado en algunas meditaciones”. Dejaron abierto que el sentido real fuera el amor humano: “Cada uno lo que le inspire”, dijo el sacerdote que presenta el programa.
Pero la religión es el sentido más probable. La carrera de Iñigo Quintero había estado vinculada a otras canciones religiosas y del Opus Dei. En diciembre de 2022 colaboró en el villancico Déjamelo 10 minutos conmigo con voz y piano. Esa canción era de Luispo, un sacerdote músico. Quintero había colaborado ya con Luispo en un homenaje a otro sacerdote.
Esa vitalidad cristiana pudo darle el empujón de salida a Si no estás. Quintero no empezaba de cero. Había gente escuchándola. La teoría detrás de la viralidad dice que es posible empezar desde muy abajo, pero para que estalle necesita una pequeña red con muchas conexiones. La religión pudo jugar su papel.
Luego vino el sello digital con su playlisting y otras promociones. Y siguió creciendo. En junio, el cantante Javi Chapela, que sacó una colaboración con Quintero, dijo esto: “Es un tío de A Coruña que subió una canción y lo está petando”. Si en junio “lo estaba petando”, ¿qué pasa ahora?
Entre aquella mejor distribución y hoy, hubo un boom de TikTok en medio. Para que eso ocurra a este nivel, pasan muchas cosas. Es evidente que hubo un rol humano, pero la tracción de la canción es también real. La diferencia con otras épocas es que antes había que esperar que la radio emitiera de nuevo la canción o comprarla. Pero ahora los éxitos son más democráticos porque los oyentes votan continuamente con sus escuchas.
El caso de Quintero es un ejemplo más de que la viralidad no es magia, pero tampoco es posible fabricarla. Los indicios de viralidad son cruciales. Cuando eso ocurre, la gente que está detrás de los artistas empieza a mover todos los cables. El objetivo, como siempre, es llevarla lo más arriba posible. Nadie soñó sin embargo que llegaría tan, tan arriba.
Estos cables que se empezaron a mover y que presuntamente son oscuros son algo normal en el sector: se llaman “pitch” o propuesta. Un pitch es una mezcla de datos y motivos por los que una plataforma debe priorizar esa canción y ponerla en más playlists, en recomendados, que el algoritmo la enseñe más a más usuarios. ¿Se hace esto por alguna razón oscura? El motivo más claro es el más sencillo: cada vez la escucha más gente.
Una plataforma quiere interacciones. Si esa canción provoca picos de escuchas en Spotify o de creación de vídeos en TikTok, ¿por qué no se va a promover humana y algorítmicamente? El papel humano es evidente por ejemplo cuando se ve que en España crece, hay que empezar a hablar con los equipos de las plataformas en América Latina y el resto de Europa y Asia. O cuando se ve que es un hit en Spotify, hay que ir corriendo a hablar con la gente de Apple Music, Amazon Music, Deezer o Tidal. Con los datos detrás, todos corren a enseñar más la canción porque genera más audiencia.
Luego hay problemas concretos. La canción no tiene un videoclip, con lo que en YouTube no llegó con fuerza al principio. En Apple Music está en el 100 global porque tiene una implantación menor en España y llegó tarde. Es probable que haya más explicaciones de lo que parece.
¿Qué plataforma va a limitar el crecimiento de una canción que hay gente escuchándola en bucle 100 veces? Si el origen es más o menos cristiano, a quién le importa ya.