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Capítulo I
El Contrato
El Contrato
Esa noche ella, la chica de ropas de cuero, danzaba entre las tumbas iluminadas por la hermosa luna llena. Ahí, donde descansaban los poetas que admiraba, los que dieron la vida por su arte.
Su cabello rojo liso y ondulado se sacudía mientras giraba el cuerpo sobre su pie izquierdo y levantaba la pierna derecha con las manos entrejuntadas, mientras sus ojos azules brillaban al mirar hacia el cielo, al mismo tiempo que sonreía con sus carnosos labios.
Rodeada por los muros y la verja que custodiaban el lugar; su danza era un tributo para esos muertos que le importaban más que los vivos y a su vez, una expresión de como se ha encerrado en su propio mundo para evadir el sufrimiento que le atormentaba desde hace años. Dio origen a un rencor que con el pasar de las mareas del tiempo, se convirtió en un odio profundo como el océano.
Recordaba como a sus siete años, su madre le gritó por primera vez de manera salvaje e iracunda por haber dejado un juguete tirado en medio de la sala; pero más que eso, lo imposible de olvidar era la sensación de terror en su cuerpo paralizado. Gritos exagerados provocados por un acto infantil e insignificante, pero no eran sólo los gritos, sino la mirada de su madre lo que le aterraba, pues había algo ahí que decía “te voy a matar”.
Empeoró el día que por querer defenderse le devolvió uno de sus aterradores gritos, grave error, eso sólo hizo que su padre le abofeteara con tanta fuerza que la tiró al suelo.
La amargura de sus experiencias le ha llevado hasta aquí, todo un efecto en cadena que comenzó como algo pequeño para convertirse en un vacío que quemaba lo profundo de su alma.
Era la noche de su cumpleaños número dieciséis, el treinta y uno de diciembre, a unos minutos de terminar esta última noche del año. Entonces aquel baile fue interrumpido por una penetrante y brillante mirada directo a los ojos de ella, de un hombre de ojos dorados. Esa fue la primera tonada de una atrapante pero oscura sinfonía.
- ¡Ven! –vociferó ella, mientras hacía un gesto con el brazo derecho para indicarle que se acercará. Él se acercó lentamente y mientras tanto, la chica le detallaba con detenimiento de arriba hacia abajo.
>> Lo primero que observó fue el rostro de piel blanca, nariz fina y perfilada, además de los labios carnosos; fue bajando la mirada, aquel hombre vestía con un sobretodo que le llegaba hasta los tobillos, una franela ajustada que marcaba sus tonificados músculos del pecho y el abdomen, sus manos estaban cubiertas por guantes, así como un pantalón con una correa con una hebilla aparentemente de plata que tenía forma de calavera con una rosa grabada en la frente; la ropa era de color negro y hecha de cuero, al igual que los zapatos. Al terminar de detallarlo, volvió a mirar aquellos ojos y le dio la sensación que esa mirada podía atravesarla hasta la profundidad de su ser. –Dime ¿Cuál es tu nombre? – Se sintió nerviosa, nunca le habían observado mientras danzaba en el cementerio, menos aún un hombre que le produjera atracción con tan sólo una mirada.
-Me dicen Rio ¿y el tuyo? –Sonrió al momento de preguntar y a ella le pareció que esa sonrisa era especial.
-Me llamo Iris. – Su expresión era neutra y sintió curiosidad, pues nunca había visto ojos de ese color. – Rio, tus ojos llamaron mi atención ¿Podrías decirme si son naturales? Mejor dicho ¿Dónde conseguiste esos lentes de contacto? Si no fuera por ese color, pensaría que son naturales.
-Te equivocas, sí son naturales. –A ella el tono de voz de Rio le pareció varonil y cautivador, a pesar de que estaba diciéndole una mentira muy obvia.
Iris mantuvo una expresión neutra y decidió cambiar el tema; pocas personas andan por un cementerio en una hora tan avanzada de la noche y menos en esa fecha.
-¿Por qué estás aquí? – Ella entrecerró los ojos.
Rio no estaba ahí por casualidad, se trataba de un momento esperado durante demasiado tiempo.
-Estoy aquí por ti. –El brillo en los ojos de Rio aumentó. –Aunque podría haberte preguntado lo mismo. –Iris nota el sarcasmo en la voz de él, como si se burlara de su danza.
Pero antes de que ella pudiera responder, él levantó el brazo derecho y una chispa apareció entre sus dedos, para luego convertirse en un ramo de rosas blancas.
Hasta esa noche, ella desconocía la existencia de cualquier cosa fuera de lo normal, salvo por sí misma rindiéndole tributo a los muertos, mas, un ramo de rosas apareciendo de la nada, era algo imposible, que igualmente acababa de suceder frente a sus ojos.
-Pe… pero, -sus ojos se abrieron como los de un búho y retrocedió un par de pasos, normalmente se habría mantenido neutral, pero el miedo le invadió de repente, - ¿co… cómo has hecho eso?
Rio sacó una de las rosas del ramo, la dejó flotando en el aire, se arrancó un pedazo de piel del pulgar derecho y dejó caer una gota de sangre en la punta de la rosa. Para Iris sus movimientos resultaron imperceptibles, apenas y si ha notado la rosa flotar y la gota de sangre caer; cuando se da cuenta, la rosa está clavada en el suelo a dos metros a la izquierda de ella, creciendo en forma de enredaderas negras que toman apariencia de brazos, junto con un torso irregular y una boca tan grande que podría tragarse un caballo de una sola mordida.
Volteó para mirar de frente a la bestia, vio como sus raíces crecían lo bastante rápido para acercarse al cabo de pocos segundos, logró retroceder un paso, pero entonces el miedo le paralizó.
Fue entonces cuando Rio se colocó entre ella y la bestia, para evitar que las cosas se salieran de control. Miraba fijamente a los ojos de Iris.
-Vaya, ¿tienes tanto miedo que ni siquiera puedes huir?, -le mostró una hoja con letras que parecían estar impresas. – Este es un contrato que debes firmar con tu sangre – se toma un instante para mirar de reojo a su criatura. –A menos que quieras morir devorada por este ser carente de cerebro.
Le entregó en sus manos el contrato y se apartó. Ella había logrado tranquilizarse al perder a la criatura de vista, pero cuando Rio se hizo a un lado, pudo ver que esta estaba apenas a unos centímetros de poder agarrarla.
-Pe… pero yo. –Ella no alcanza a completar su oración, él le interrumpe.
-Ya te he hecho un corte en el dedo para que puedas firmar. – Él se reía a carcajadas mientras Iris observaba su meñique derecho botando sangre y mostraba una expresión de incredulidad porque no tenía idea de cuando Rio le pudo hacer un corte o de qué forma.
Entonces tomó la peor decisión posible y colocó su dedo en la raya que indicaba el espacio de firma, inmediatamente después, el contrato se esfumó y Rio desintegró a la criatura arrojando una bola de energía.
Iris miró a Rio y vio que este había abandonado toda expresión en su rostro.
-Ahora que has firmado este contrato, eres y siempre serás mi sirvienta, por toda la eternidad. – Para Iris, él se veía y se escuchaba como si no tuviera sentimientos, esa apariencia le recordaba en cierta forma a sí misma y no podía evitar sentir alivio por haber sido salvada. –Si desobedeces cualquiera de mis ordenes, tu alma se destruirá.
Rio ha tomado lo que quería, de la forma en que deseaba, algo común en este ser. La sinfonía continua, orquestada con una precisión equivalente a la usada por una araña al tejer su red. Ha capturado a la presa que estaba acechando desde que ella comenzó a existir.
Él tomó otra rosa del ramo mientras que el resto de las rosas desaparecieron; arrojó esa rosa al suelo y se abrió un portal rojo de forma rectangular del que emanaba una luz roja y la rosa desapareció.
Se acercó caminando lentamente hasta el portal y luego volteó a mirar a Iris; la chica no se había movido desde hace ya varios segundos.
- ¡¿Qué estás esperando, una invitación?! –Vociferó para sacar a Iris de aquel trance. – Ya vámonos.
Así, ambos saltaron dentro del portal y este se cerró, justo cuando hacía unos pocos minutos, había comenzado el primero de enero.
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