
Miguel92
Alfa
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Indice:
- Capítulo 1: El Instinto Despierto
- Capítulo 2: Desafíos de la Juventud
- Capítulo 3: El Miedo y la Protección Familiar
- Capítulo 4: El Don de la Reacción Instantánea
- Capítulo 5: Entre la Realidad y la Ficción
- Capítulo 6: La Mirada de Dios y el Propósito de la Vida
- Capítulo 7: La Solitaria Caminata del Control
- Capítulo 8: Enfrentando el Miedo con Acción
Capítulo 1: El Instinto Despierto
Desde pequeño, sentí que algo dentro de mí funcionaba de manera diferente. No era una voz que me hablara, ni una sensación vaga; era algo más profundo, más visceral. Como si mi mente estuviera conectada con un pulso invisible que me alertaba sobre el futuro, antes incluso de que los eventos ocurrieran. Y aunque en aquel entonces no sabía cómo llamarlo, ese instinto se convirtió en mi compañero constante, guiándome sin que lo entendiera completamente.
Recuerdo claramente una vez, cuando tenía apenas seis años. Estaba en la escuela, corriendo por el patio durante el recreo. El sonido de los niños jugando, la risa de mis compañeros y el sol brillando en el cielo... Todo parecía normal. Pero en medio de esa aparente tranquilidad, algo me hizo detenerme. Un niño corrió hacia el grupo y, al mirar sus ojos, pude ver algo en su mirada, algo que no encajaba. Fue como si una pequeña chispa se encendiera dentro de mí, una advertencia silenciosa. Algo en él no era correcto. No podía explicarlo, pero lo sentí con una certeza inquebrantable.
No dije nada. Simplemente observé. Fue entonces cuando vi cómo, de repente, su expresión se transformaba en una mueca de ira. En un parpadeo, su puño se alzó hacia otro niño que estaba cerca, en un intento de golpearlo. Mi cuerpo reaccionó sin pensarlo. En un abrir y cerrar de ojos, me interpuse entre ellos, empujando a mi compañero hacia atrás, lejos del alcance del agresor. Aunque nadie parecía haberlo notado, algo dentro de mí había reaccionado antes de que la situación escalara. En ese momento, no entendí por qué lo había hecho, pero sentí que era lo que debía hacer.
Este tipo de intuiciones continuaron a lo largo de mi niñez. Ya fuera un peligro inminente o una sensación extraña en el aire, algo me decía que debía estar alerta. Recuerdo cómo, a menudo, me sentaba en el borde de la ventana de mi habitación, mirando hacia la calle. No era un lugar particularmente interesante, pero allí, en la quietud del hogar, mi mente parecía abrirse hacia un mundo que solo yo podía percibir. Podía ver la gente caminar por la acera, las sombras moverse con la luz del sol, pero siempre sentía que algo se desajustaba. Como si cada paso, cada acción, fuera parte de un patrón que no entendía, pero que podía ver con claridad.
Cuando llegaba la hora de dormir, mis pensamientos se desbordaban en un mar de imágenes y preguntas sin respuesta. A veces me encontraba imaginando escenarios imposibles, como si el futuro estuviera frente a mí, esperando ser alterado por una acción, una decisión tomada en el instante justo. Quizá no era un poder, ni una habilidad, sino simplemente la forma en que veía el mundo. O tal vez, algo más estaba comenzando a despertar dentro de mí.
En el fondo, había algo que siempre me inquietaba: la sensación de que el mundo, tal como lo conocía, estaba a punto de cambiar. Y aunque mi mente infantil no podía comprenderlo completamente, sabía que, de alguna manera, no estaba solo en esta percepción. Algo me guiaba, me avisaba, me preparaba para lo que vendría. A esa edad, simplemente pensaba que todos tenían una parte de mí, algo que los hacía ver el mundo de manera diferente. Pero conforme crecí, comprendí que no era así.
El instinto, esa chispa de claridad, se iría despertando lentamente a lo largo de mi vida, y con él, una verdad aún más profunda: las decisiones que tomamos no son siempre nuestras, sino que están influenciadas por algo que, aunque invisible, está a nuestro alrededor, esperando ser percibido.
- Capítulo 1: El Instinto Despierto
- Capítulo 2: Desafíos de la Juventud
- Capítulo 3: El Miedo y la Protección Familiar
- Capítulo 4: El Don de la Reacción Instantánea
- Capítulo 5: Entre la Realidad y la Ficción
- Capítulo 6: La Mirada de Dios y el Propósito de la Vida
- Capítulo 7: La Solitaria Caminata del Control
- Capítulo 8: Enfrentando el Miedo con Acción
Capítulo 1: El Instinto Despierto
Desde pequeño, sentí que algo dentro de mí funcionaba de manera diferente. No era una voz que me hablara, ni una sensación vaga; era algo más profundo, más visceral. Como si mi mente estuviera conectada con un pulso invisible que me alertaba sobre el futuro, antes incluso de que los eventos ocurrieran. Y aunque en aquel entonces no sabía cómo llamarlo, ese instinto se convirtió en mi compañero constante, guiándome sin que lo entendiera completamente.
Recuerdo claramente una vez, cuando tenía apenas seis años. Estaba en la escuela, corriendo por el patio durante el recreo. El sonido de los niños jugando, la risa de mis compañeros y el sol brillando en el cielo... Todo parecía normal. Pero en medio de esa aparente tranquilidad, algo me hizo detenerme. Un niño corrió hacia el grupo y, al mirar sus ojos, pude ver algo en su mirada, algo que no encajaba. Fue como si una pequeña chispa se encendiera dentro de mí, una advertencia silenciosa. Algo en él no era correcto. No podía explicarlo, pero lo sentí con una certeza inquebrantable.
No dije nada. Simplemente observé. Fue entonces cuando vi cómo, de repente, su expresión se transformaba en una mueca de ira. En un parpadeo, su puño se alzó hacia otro niño que estaba cerca, en un intento de golpearlo. Mi cuerpo reaccionó sin pensarlo. En un abrir y cerrar de ojos, me interpuse entre ellos, empujando a mi compañero hacia atrás, lejos del alcance del agresor. Aunque nadie parecía haberlo notado, algo dentro de mí había reaccionado antes de que la situación escalara. En ese momento, no entendí por qué lo había hecho, pero sentí que era lo que debía hacer.
Este tipo de intuiciones continuaron a lo largo de mi niñez. Ya fuera un peligro inminente o una sensación extraña en el aire, algo me decía que debía estar alerta. Recuerdo cómo, a menudo, me sentaba en el borde de la ventana de mi habitación, mirando hacia la calle. No era un lugar particularmente interesante, pero allí, en la quietud del hogar, mi mente parecía abrirse hacia un mundo que solo yo podía percibir. Podía ver la gente caminar por la acera, las sombras moverse con la luz del sol, pero siempre sentía que algo se desajustaba. Como si cada paso, cada acción, fuera parte de un patrón que no entendía, pero que podía ver con claridad.
Cuando llegaba la hora de dormir, mis pensamientos se desbordaban en un mar de imágenes y preguntas sin respuesta. A veces me encontraba imaginando escenarios imposibles, como si el futuro estuviera frente a mí, esperando ser alterado por una acción, una decisión tomada en el instante justo. Quizá no era un poder, ni una habilidad, sino simplemente la forma en que veía el mundo. O tal vez, algo más estaba comenzando a despertar dentro de mí.
En el fondo, había algo que siempre me inquietaba: la sensación de que el mundo, tal como lo conocía, estaba a punto de cambiar. Y aunque mi mente infantil no podía comprenderlo completamente, sabía que, de alguna manera, no estaba solo en esta percepción. Algo me guiaba, me avisaba, me preparaba para lo que vendría. A esa edad, simplemente pensaba que todos tenían una parte de mí, algo que los hacía ver el mundo de manera diferente. Pero conforme crecí, comprendí que no era así.
El instinto, esa chispa de claridad, se iría despertando lentamente a lo largo de mi vida, y con él, una verdad aún más profunda: las decisiones que tomamos no son siempre nuestras, sino que están influenciadas por algo que, aunque invisible, está a nuestro alrededor, esperando ser percibido.
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