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La inflación galopante ha convertido a no pocos profesionales en carne para las fauces de empleadores internacionales, quienes los ven como deseosos receptores de propuestas que en sus respectivos países serían indecentes. La mendicidad laboral del primer mundo es el oasis para el venezolano.
“El pueblo en la Venezuela gobernada por el sistema capitalista nacional, heredado de la subordinación estadounidense, era considerado y utilizado como mano de obra barata”, dijo el vicepresidente Jorge Arreaza en una conferencia en 2013. Ese mismo año, Nicolás Maduro anunció que la inflación había cerrado en 56,2%, muy por encima del 16% previsto en el presupuesto nacional. Al mismo tiempo, el salario mínimo era de 2.873 bolívares, es decir, 44 dólares al cambio de la fecha en el mercado negro —64 bolívares por dólar. Mientras, en países vecinos como Panamá o Colombia, el sueldo mínimo entonces rondaba entre los 400 y 600$. Los números de 2013 son suficientes para desmontar los “buenos salarios” propugnados por oficialistas, sobre todo cuando el sueldo vale cada vez menos y los alimentos suben 72,7% en promedio, con respecto al 2012, según lo publicado por José Huerta en su página de consultorías. Pero Arreaza sacó mal la cuenta. Los venezolanos no han dejado de ser mano de obra barata.
La cacería no siempre es para conseguir productos de la cesta básica. Las armas y las flechas se afilan al momento de rebuscarse con alguno que otro “tigrito”. El sueldo no da, así que son muchos los que deben buscar un trabajo paralelo. Pero no se desgastan en diversos horarios por poco. Hay un único y buen objetivo: cobrar en verdes. En ningún otro país la gente sobrevive con tan pocos dólares. Es en tierra tropical donde unos cuantos “bucks” pueden costear toda la quincena. Una generación de trabajadores estudiados está dispuesta a ser parte del negocio: unos pocos papeles con la cara de Washington se traducen en una buena cantidad de billetes con la cara de Bolívar. Pareciera que todos ganan: las empresas que, desde afuera, pagan migajas por un servicio, y los trabajadores que desde la “Patria nueva” encuentran en los dólares una balsa, una claraboya para no naufragar.
Made in Venezuela: mano de obra barata
(El articulo es recién)
“El pueblo en la Venezuela gobernada por el sistema capitalista nacional, heredado de la subordinación estadounidense, era considerado y utilizado como mano de obra barata”, dijo el vicepresidente Jorge Arreaza en una conferencia en 2013. Ese mismo año, Nicolás Maduro anunció que la inflación había cerrado en 56,2%, muy por encima del 16% previsto en el presupuesto nacional. Al mismo tiempo, el salario mínimo era de 2.873 bolívares, es decir, 44 dólares al cambio de la fecha en el mercado negro —64 bolívares por dólar. Mientras, en países vecinos como Panamá o Colombia, el sueldo mínimo entonces rondaba entre los 400 y 600$. Los números de 2013 son suficientes para desmontar los “buenos salarios” propugnados por oficialistas, sobre todo cuando el sueldo vale cada vez menos y los alimentos suben 72,7% en promedio, con respecto al 2012, según lo publicado por José Huerta en su página de consultorías. Pero Arreaza sacó mal la cuenta. Los venezolanos no han dejado de ser mano de obra barata.
La cacería no siempre es para conseguir productos de la cesta básica. Las armas y las flechas se afilan al momento de rebuscarse con alguno que otro “tigrito”. El sueldo no da, así que son muchos los que deben buscar un trabajo paralelo. Pero no se desgastan en diversos horarios por poco. Hay un único y buen objetivo: cobrar en verdes. En ningún otro país la gente sobrevive con tan pocos dólares. Es en tierra tropical donde unos cuantos “bucks” pueden costear toda la quincena. Una generación de trabajadores estudiados está dispuesta a ser parte del negocio: unos pocos papeles con la cara de Washington se traducen en una buena cantidad de billetes con la cara de Bolívar. Pareciera que todos ganan: las empresas que, desde afuera, pagan migajas por un servicio, y los trabajadores que desde la “Patria nueva” encuentran en los dólares una balsa, una claraboya para no naufragar.
Made in Venezuela: mano de obra barata
(El articulo es recién)