No se trata solo de recuperar nuestra atención y de evitar, en la medida de lo posible, las distracciones, sino también de establecer prioridades y reservarnos tiempo para lo que de verdad queremos hacer, aunque nos cueste más ponernos con ello. Sin olvidar, como decíamos, la responsabilidad de empresas y plataformas.
Comenzaremos deteniéndonos en ese dispositivo que llevamos a todas partes y con razón, porque es utilísimo. Gracias al móvil, no nos perdemos nunca, estamos en contacto con nuestra familia y podemos leer libros y periódicos.
Pero también es una de las mayores fuentes de malestar y de incomodidad, debido sobre todo a una relación de dependencia que nos lleva a actitudes como las siguientes:
- Lo primero que hacemos al despertar y lo último que hacemos al acostarnos es mirar el móvil.
- Lo tenemos siempre cerca y no nos atrevemos a salir a la calle sin él.
- Desbloqueamos el móvil en torno a un centenar de veces al día, no sea que nos hayamos perdido algo, aunque sabemos perfectamente que eso no pasa casi nunca.
Esto no sería un problema si todo fueran consecuencias positivas y el móvil nos trajera felicidad cada día, pero como recoge la psicóloga Catherine Price en su libro
How to break up with your phone (Cómo romper con tu móvil), el uso elevado del móvil, “sobre todo para las redes sociales” está asociado con efectos negativos en nuestra “autoestima, impulsividad, empatía, identidad personal e imagen propia, así como en problemas de sueño, ansiedad, estrés y depresión”.
¿Qué opinan?
¿Se identifican con estas actitudes?