GabrielaRodriguez
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Christiane Nord es una de las figuras más destacadas en el mundo de la traducción y la traductología. Sus contribuciones a la disciplina a lo largo de cuatro décadas han sido ampliamente reconocidas y su trabajo ha sido fundamental para construir la perspectiva actual del enfoque funcionalista de la traducción. Con motivo del Congreso InTraCommerce, para el que imparte la ponencia inaugural, nos atiende unos minutos para reflexionar sobre su legado, la importancia de la traducción en el comercio internacional y su opinión sobre la situación actual del sector.
Ha relatado en varias ocasiones que su amor por las lenguas y la traducción nace en casa, en un hogar políglota en el que se cambiaba de un idioma a otro para según qué fines y situaciones. ¿Fue así cómo se interesó por traducir, pero también por reflexionar sobre la traducción?
Mi familia era alemana y todos hablaban alemán. Pero mis padres a veces utilizaban el inglés cuando no querían que los niños les entendiéramos. Cuando adquirimos cierto nivel de inglés tuvieron que cambiar al francés, pero mi padre no lo hablaba tan bien y nosotros nos reíamos de sus intentos. La verdadera raíz de mi amor por la traducción es que mi madre era traductora de italiano e inglés, formada en Heidelberg durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando yo era niña me enseñaba frases en inglés o pequeñas canciones en italiano. De la vocación de mi madre nace mi amor por las lenguas y la traducción.
Usted ha compaginado la investigación teórica con la docencia y la formación de traductores. ¿Qué papel juega la investigación en la actividad de traducir y cómo puede un traductor beneficiarse ante los retos que le plantea hoy en día la práctica profesional?
El traductor profesional en activo no tiene que investigar, ¡tampoco es que tenga tiempo para ello! Pero el docente de traducción sí debe investigar, aunque para mí la investigación siempre ha estado al servicio de la docencia.
Yo no soy [estrictamente] teórica, soy una persona que quizás sabe aplicar las teorías de otros y utilizarlas para la docencia. Los resultados de la investigación se aplican a la docencia. Claro que a veces el traductor tiene que hacer una pequeña investigación para buscar información y solucionar problemas de traducción, pero no se trata de “investigar”, sino de una actividad suplementaria en su vida profesional.
Junto a su marido, el teólogo Klaus Berger, tradujeron textos de la Biblia. Hasta entonces, la versión de Lutero se consideraba de autoridad, un texto fundamental para la Reforma que sirvió para estandarizar la lengua alemana. ¿Cuáles son las complejidades de la traducción bíblica, y cómo entiende la necesidad de interpretar el texto en la misma?
Las complejidades son varias. Nosotros ofrecimos una traducción diferente a la tradicional de Lutero en alemán para acercar el texto al público actual y no todo el mundo supo entenderlo. Algunos fueron muy críticos con nuestra propuesta. Tradujimos del griego los textos originales, pero los textos apócrifos, que también incluimos en nuestra edición, los tradujimos del griego, latín, hebreo, árabe, siríaco y copto. Mi marido estudió estos idiomas en su juventud, mientras que yo tenía un latín bastante bueno y algunos conocimientos de griego. Pero de las demás lenguas, quizá sabía solo dos o tres palabras. Así que mi marido interpretaba el texto original y yo me ocupada de darle una forma comprensible en alemán.
Nuestra estrategia fue lo que yo en mi tipología de traducciones denomino una traducción ‘exotizante’. No es una traducción palabra por palabra, ni literal ni filológica. Es un proceso que documenta la alteridad del mundo que los textos presentan, trata de construir un puente para que el lector de hoy entienda ese otro mundo. Pero no por medio de notas al pie, ni glosarios ni metatextos, sino que el objetivo es facilitar una lectura fluida. Si usas notas, el esfuerzo de procesar el texto es doble, porque tienes un texto principal y otro que lo explica. Lo más probable es que no se lea todo, se omitirán las notas aparte y entonces el texto resultará incomprensible, no se leerá. Por eso me opongo al uso de notas con valor metatextual para explicar el texto, porque hay otras formas de compensar esto en el propio texto, dependiendo de lo que se quiera conseguir.
Teniendo en cuenta la temática del Congreso, ¿qué oportunidades plantea un campo como la traducción aplicada al comercio internacional o la mediación intercultural para observar en vivo las competencias de la teoría funcionalista?«Hace 60 años, cuando yo era estudiante, ya nos decían que nos quedaríamos sin empleo por la traducción automática»
El modelo funcionalista de ver la traducción nos hace adaptarnos a los diferentes contextos, es una manera de enfocar la traducción como actividad, dirigida a un público determinado y a una finalidad determinada. Esta perspectiva es útil en este contexto, al adaptarnos a los diferentes mercados. El comercio y la mediación ofrecen grandes volúmenes de trabajo. Desde el punto de vista de la traducción si trabajas traduciendo con inglés, hay, por ejemplo, mucho contenido del campo de la tecnología o la informática, mientras que el español se traduce también mucho en el comercio internacional.
Antes de dedicarse a la investigación llegó a declarar que se identificaba, ante todo, como docente. En su carrera se advierte además un interés por formar a los formadores.
Nunca me he dedicado por entero a la investigación, mi investigación siempre estuvo dirigida a la docencia: ¿cómo puedo enseñar a los jóvenes a hacer buenas traducciones? Cuando empecé con la docencia, tenía casi la misma edad que mis estudiantes y no era una figura docente de autoridad. Había vivido formas de enseñar la traducción centradas en el criterio superior del docente sobre lo que está bien o mal. En cambio, yo necesitaba cierta justificación teórica para poder explicar de forma crítica por qué algo se dice de una manera concreta o no. Si quiero una buena calidad docente, hay que formar a los formadores. En mis visitas a diferentes universidades en el mundo, he comprobado que la docencia no ha cambiado demasiado respecto a lo que yo “sufrí” hace sesenta años: el profesor dice cómo se traduce algo según su criterio y espera que el alumno lo repita sin más. Si queremos que cambie algo, tenemos que formar a los formadores de manera funcional.
En los últimos meses ha resurgido el debate en torno al protagonismo creciente en la sociedad de sistemas de inteligencia artificial, con gran impacto en la traducción también, en cuanto a la calidad y la precisión de los textos que produce la máquina o las condiciones de trabajo más precarias del profesional. ¿Ha seguido estas discusiones? ¿Cuál debe ser la postura del traductor ante estos avances?«No creo en la globalización total. Las culturas siguen siendo distintas entre sí»
Como traductores debemos insistir en lo que como profesionales humanos podemos hacer de forma diferente a los sistemas informáticos, el valor que aportamos. Los sistemas pueden ayudarnos mucho pero siempre van a hacer falta traductores humanos. Hace 60 años, cuando yo era estudiante, ya nos decían que nos quedaríamos sin empleo por la traducción automática, pero eso no ha sido así.
En cuanto a la posedición [edición o corrección humana de textos traducidos automáticamente], si no hay una buena comprensión del texto original, una revisión formal no va a servir de mucho. Y esto es algo que hay que enseñar también: la máquina no entiende el texto, solo lo procesa. Los sistemas informáticos como las memorias de traducción traducen segmentos, pero un texto funciona globalmente, no consiste solo en una serie de segmentos. Igualmente, por mucho que hagas posedición no resultará en un texto bueno, porque la máquina traduce unidades fragmentadas. Hace poco me enseñaron unos textos producidos por ChatGPT y los resultados son aparentemente fabulosos. Pero para una buena traducción, se requiere un traductor humano.
Los enfoques funcionalistas (traducir con un propósito comunicativo real en mente) encajan de forma natural en el contexto de la traducción de marketing y la transcreación, donde las marcas aspiran a conectar con los códigos y contextos culturales del consumidor meta. ¿Qué implicaciones tiene esto para el traductor?
No creo en la globalización total. Las culturas siguen siendo distintas entre sí. Por ejemplo, si una persona de Jordania, le dice a alguien de Alemania algo en inglés, las culturas de referencia siguen siendo la jordana y la alemana. La lengua no porta la cultura. En el caso del marketing es un fenómeno muy claro. Empresas como Volkswagen han lanzado campañas adaptadas a los distintos mercados, sin tratarse de traducciones. Para ello se contrataban agencias locales en cada país, se desarrollaban nuevas campañas adaptadas. Hubo un tiempo en que, para ahorrar dinero, intentaron usar traducciones, pero vieron que el resultado era un fracaso. ¿Llamamos a esto transcreación? Es difícil definir el límite entre la traducción y la transcreación. Yo creo que el funcionalismo incluye formas de traducción que lindan con la creación textual. Pero en algunos casos, si hay un texto origen, llamarlo transcreación porque no sea traducción literal no me parece muy adecuado, estaríamos produciendo una traducción para un determinado público, simplemente.
En cuanto a las implicaciones éticas de la traducción, es una cuestión relacionada con la visibilidad del traductor. Por ejemplo, si el traductor puede explicar cómo ha traducido un texto en un prólogo, y por qué su traducción quizá es diferente de lo que determinados lectores esperaban, entonces creo que es un posicionamiento ético que me permite explorar cosas nuevas. Por ejemplo, en el caso de la traducción de la Biblia, si solo puedo traducir como lo hizo Lutero en el siglo XVI, entonces no habrá ningún progreso. En 1999, alguien dejó un mensaje en nuestro contestador telefónico diciéndonos que “íbamos a arder en el infierno por haber falsificado la palabra de Dios”. ¡Pero la Biblia a la que esta persona se refería era autoría de Lutero, no de Dios!